Silencio, inmensidad. Rocas y nubes, todo un mar.
Le costó llegar hasta la cima, caminaba con dificultad y apoyado en un bastón rematado en calavera de plata.
Durante la dura ascensión le dio tiempo a repasar esa última tarde con ella, su despedida.
Estaba tumbada sobre la cama, inmóvil, a duras penas movía brazos y piernas. Continuos quejidos de dolor, y su comunicación con él, por el movimiento de sus párpados, abrir y cerrar, sí y no.
Se conocieron muy jóvenes, se enamoraron desesperadamente, con prisas, sin control. Era como si supieran lo que el destino les iba a deparar.
Un día todo cambió, unos segundos fueron suficientes: dolores agudos, molestias, cefaleas… Se anunciaba lo irremediable.
Se volcó con ella, no se separó de su lado, lo abandonó todo. Así un día tras otro, una noche más, un año, dos… tres.
Él dudaba, no quería perderla, la necesitaba. Ella le suplicaba. El dolor, su dolor, el de ambos, le atormentaba. “¿Qué hacer? Maldito dilema”.
El sufrimiento se hacía insoportable. No encontraba consuelo.
─Ayúdame, no puedo más ─acertó a balbucearle con un pequeño hilo de voz casi imperceptible. Fue el último día que pudo hablar con él.
A partir de ahí silencio, solo párpados en movimiento, rostro de súplica que no necesitaba palabras, deseos de morir.
Resistió unos días a su demanda, pero el contemplar en qué se había convertido su primer y único amor, le hizo tomar la decisión. No debía sufrir más.
Cogió la almohada, le tapó la cara y apretó fuertemente mientras ella emitía su último suspiro, un suspiro de felicidad, de agradecimiento, de amor. Descansó. Sonreía.
Agarró su bastón, salió de casa y se encaminó hacia la cima de la montaña. Contempló el mar de nubes, y fue a su último encuentro, a su cita de enamorados, hacia ella.

Vicente Aravid López nació un 2 de marzo de 1955 en su casa, en Elda. Maestro de profesión y de vocación. Se muestra más cómodo con la escritura de relatos cortos, contando historias vividas o soñadas, intentando parar el tiempo con palabras hilvanadas y en ocasiones desordenadas. Su sencilla obra intenta ser reflejo de esta vida, de su vida, y aspira a serlo también de esa otra, si existiera.