Campo verde, verde campo.
Entablado de almendros y olivos,
sudores de trabajo y llanto,
resplandor de linaje altivo.
Sobre la tierra ocre y rojiza
se dibujan las figuras enraizadas
y juegan a definir las pintadas
de Van Gogh con grises y tiza.
Senderos y caminos definidos,
huellas de pasos duros y aguerridos,
siluetas distantes en el horizonte
y sudores por empinadas cuestas del monte.
Contraste de tierra y cielo
entre zarzales y cardos morados,
resuello de gritos y arados,
surcos de encriptado sudor y duelo.
Montes de silueta rocosa y gris
confundida con el plomizo del cielo,
diseño de arquitectura y consuelo
sobre el caballo de blanca crin.
Sobre un dibujo perfecto de naturaleza viva,
sobre el color transparente del cauce del río,
sobre el marco rayado del cuadro frío,
sobre el perfecto embalaje de la vida.
Rojizo sueño de ataviados colores,
enseñanza de distendida primavera
entre la belleza que vista viera
y el sueño de románticos amores.
Campo verde, verde campo,
color, sudor, trabajo y muerte.
Cereal verde que espera espiga
y almendro alegre que feliz respira,
olivo hibernando como reptil que gira,
lienzo alineado que la brisa hostiga,
sueño, vida, esperanza y sonrisa.
Campo verde, verde campo.

Ramón Rodríguez nació en Liétor en 1956. Su infancia transcurrió entre la escuela y la huerta. Desde muy niño le nació la pasión por la poesía leyendo a Miguel Hernández, Espronceda y Neruda. Acaba de publicar “Liétor, el balcón del mundo”.
Bonito paseo por la naturaleza Ramón.