Viajero especial

Por 27 mayo 2019 junio 25th, 2019 Relatos

Aquella fue una experiencia que cambió mi vida. Ahora ya estoy jubilado y me puedo dedicar, como el resto de mis colegas eméritos, a recordar. Yo era Viajero y me apasionaba mi trabajo, empecé como todos los que nos dedicamos a esto, como Viajero Común. Mi presencia debía ser imperceptible, no debíamos inmiscuirnos de no ser absolutamente necesario, y así acompañé a cientos de personas: escolares, jubilados, parejas y empresarios. Poca cosa, trabajos tranquilitos, sin ningún riesgo. Mi vida transcurría relajada hasta aquel día en el que poco después de que el avión despegase en el aeropuerto de Frankfurt, un hombre se levantó tambaleante y sudoroso, pensé que estaba mareado y me puse alerta por si necesitaba ayuda, pero para mi sorpresa (y la de todos, claro) sacó una pistola, encañonó a la azafata y se dirigió con ella a la cabina de control. El pánico se extendió rápidamente, el nivel de estrés se disparó y yo supe que tendría que actuar, aunque reconozco que la impresión me había dejado paralizado, y tampoco sabía muy bien qué debía hacer porque aquella no era mi especialidad y no conocía muy bien el protocolo. Sin embargo, no tardé en reaccionar cuando el tipo regresó y nos comunicó que el avión había sido secuestrado y nuestro nuevo destino era Afganistán, me levanté y me dirigí hacia él, pues la azafata que mantenía como rehén había hecho un movimiento inesperado, se había puesto frente al agresor y forcejeaba con él intentando quitarle el arma. El hombre apretó el gatillo, pero yo pude desviar su mano y fue él quien recibió el impacto.

Nadie lo notó, evidentemente, pero yo sentí la adrenalina corriendo por mis venas… Y me gustó. Tras aquel viaje hablé con mi jefe y pedí ascender a Viajero Especial. Mi solicitud fue aceptada, y tras un periodo de formación mi vida se convirtió en una sucesión de aventuras apasionantes, pues entonces me dediqué a los viajes potencialmente peligrosos, como travesías oceánicas en solitario, cruceros multitudinarios, (que para nosotros son un auténtico reto), travesías a nado entre tiburones, descensos a volcanes, exploraciones submarinas, misiones en la Antártida y vuelos en los que detectamos alguna anomalía. La televisión cuenta aquello en lo que parece que fallamos, pero solo nosotros sabemos cuánto conseguimos evitar.

Mi carrera fue brillante, era evidente que había nacido para eso y que tenía un talento y una intuición especiales.  Como reconocimiento a toda mi carrera me otorgaron la Medalla de Viajero Especial de Primera Clase. Ahora me dedico a formar a otros jóvenes que quieren seguir mis pasos y, como he dicho al principio, a recordar, con la satisfacción de una vida vivida intensamente y de haber acumulado experiencias extraordinarias.

¡Oh! Por cierto, no me he presentado. ¡Qué descortesía! Mi nombre es Ángel y me apellido Delaguarda.

Un comentario

  • Jesús dice:

    No se si llamarle ángel de la guarda, viajero especial o destino, pero tienes razón Victoria, siempre hay alguien que nos protege.
    Un relato que nos presenta circunstancias que cambian nuestra vida. Estupendo Victoria.

Dejar una respuesta a Jesús Cancelar respuesta