En lo más alto

Por 3 febrero 2019 febrero 6th, 2019 Relatos

Llegué a la cumbre del Everest, no dije “¡Por fin!” porque no me costó nada, ni siquiera jadeaba. La panorámica era fantástica, realmente superó mis expectativas, y como siempre me ocurre antes la belleza, lloré y me quedé muda.

—¿Te gusta, verdad? ¿A que es una pasada?

La voz que interrumpió mi éxtasis contemplativo pertenecía a un tipo que estaba sentado sobre una roca. Parecía un hippy trasnochado: pelo blanco largo, barba blanca larga… También blanca y larga era la camisa de lino que llevaba sobre un pantalón blanco largo.

—¡Ah, hola! —dije—, no te había visto. Sí, es increíble —y en un rapto poético añadí— aquí es fácil entender cómo se sintió Dios cuando creó todo esto.

—Sí, eso dicen.

—¿Es la primera vez que vienes?

— No, vengo con frecuencia.

—Oye, ¿no tienes frío? —me preocupé—. Esa ropa no parece muy adecuada.

—¿Y quién sabe lo que es adecuado? Uno se acostumbra a todo.

Me senté a su lado, había en él algo familiar que inspiraba confianza.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

—¿Qué importa el nombre? Ya sabes: “Lo que llamamos rosa, con otro nombre exhalaría el mismo aroma”

¡Vaya! Era un hombre culto que citaba a Shakespeare. Mientras le miraba observé cómo algunos de sus cabellos se desprendían de su melena y caían flotando elegantemente.

—Se te cae el pelo —comenté.

—Es el estrés. No tengo una vida fácil ¿sabes?

—Claro, con todo lo que está pasando… ¿Tú sabes la cantidad de gente que se pregunta, Dios mío qué he hecho yo para merecer esto?

—Sí, lo sé —asintió—. Yo también me pregunto qué he hecho yo para merecer esto. A vosotros, al menos, os queda el consuelo de invocar a Dios.

—¿Eres ateo?

—No. Soy Dios.

—¿Y cómo permites todo lo que está pasando? —me indigné.

—No puedo evitarlo. Os hice libres… Y parece que sordos.

—¡Es que hay mucha gente mala! —exclamé.

—Y mucha buena, pero de esa se habla muy poco.

—¿De verdad que no puedes hacer nada?

—¡Qué más quisiera yo!

—Si cuento que he hablado contigo me tomarán por loca —comenté sonriendo tras un corto silencio.

—No, lo harán si dices que yo te he contestado.

—Creo que me voy a despertar —decidí.

—Vale. Adiós.

“¡Qué sueño más raro!”  Pensé al abrir los ojos. Cuando me levanté vi que sobre mi colcha había algunos cabellos blancos largos.

Un comentario

  • Jesús dice:

    Qué agraciada eres Victoria. Conseguir hablar con Dios, aunque sea en sueños, no todo el mundo lo consigue. Hay que tener un fe gigante y firme y me da la sensación de que tú la tienes. ¡Mi enhorabuena!

Dejar una respuesta a Jesús Cancelar respuesta